Bien dice Javier Darío Restrepo que una de las faltas a la ética más frecuente en el periodismo es dejar de ser periodista para convertirse en comerciante de noticias.
Tiene razón si pensamos en aquellos que dejaron de lado aquella importante misión de contarle al mundo lo que está pasando, para traficar con chismes disfrazados de noticias, inventar y calumniar lo que no son capaces de confrontar con diferentes fuentes y vender pauta publicitaria que comprometa su imparcialidad y su rigor periodístico.
Las noticias que ven la luz pública porque alguien dijo que así tenía que ser, las que jamás llegan a ser contadas porque de alguna manera alguien compró el silencio, y la noticia sesgada y cargada de veneno porque sencillamente el involucrado tiene algún problema personal con el director del medio o el periodista que hace la nota. Todas ellas hacen parte de esas formas de hacer periodismo que sin ninguna duda se alejan de lo que debería ser la profesión.
No estoy diciendo que la pauta publicitaria sea algo indebido. De hecho, muchos medios se sostienen gracias a la inversión de sectores privados y públicos quienes pautan en ellos. Lo que sí es indebido y vergonzoso es que esa relación que se da entre medio y quien pauta, se aproveche para callar o «darle manejo” a temas que la gente debe conocer.
Por ejemplo en Ibagué, la semana pasada hubo revuelo gracias a una nota en el periódico El Nuevo Día en donde se reveló que el exalcalde Luis H. Rodríguez entregó 4200 millones de pesos en contratos de publicidad a medios y periodistas de la ciudad, mientras la corrupción permeaba en su gobierno y la construcción de los escenarios para los Juegos Nacionales se convertían en elefantes blancos. Finalmente se podría contar con los dedos de una mano a los periodistas y medios que no callaron frente a este tema.
Decía Daniel Coronell en una de sus columnas que la labor del periodista consiste en averiguar lo que no le conviene al poderoso, y publicarlo, pues para difundir lo que le conviene están las oficinas de prensa y publicidad. En ese sentido la labor del periodista que está al servicio de un medio, es desconfiar sanamente de lo que le digan las instituciones oficiales, los jefes de prensa y diseñadores publicitarios.
Así mismo para quienes están del otro lado de la barrera y fungen como comunicadores organizacionales, su labor siempre será defender la versión de un funcionario, los intereses de una empresa y eso tampoco es algo que sea indebido, siempre y cuando su ética, profesionalismo o credibilidad no se vean afectados.
Jamás estará bien visto que un periodista se relacione íntimamente con aquellos quienes están detrás de entidades públicas y ostentan cargos de poder. Pierde toda credibilidad aquel periodista que acepta un desayuno, un almuerzo o un detalle en fechas especiales del gobernante de turno o de aquel que está en campaña para serlo.
El periodista debe ser lo más imparcial posible, mirar los dos lados de la moneda y jamás tomar partido por alguno. Debe prepararse y conocer bien el tema del cual va a hablar detrás de un micrófono para no caer en falsedades y faltar a la verdad. Debe respetar a sus lectores y escribir de la mejor manera posible, no con palabras rebuscadas y mala ortografía. Pero sobre todo el periodista debe ser honesto consigo mismo y con su forma de hacer periodismo.
De lo contrario y de no ser así, el periodista debe revisar si realmente hacer periodismo es lo que quiere, o al menos un periodismo serio. Portales de chismes hay muchos y programas en televisión nacional también, pero periodistas y medios serios y comprometidos realmente hay muy pocos. Por sus notas los conoceréis y por el trato que le den a la información que cae en sus manos también.
Ojalá quienes están trabajando en medios leyeran hasta al cansancio a Javier Darío Restrepo y a Hugo Aznar. En parte esa es una de las esperanzas, al menos en Ibagué donde el periodismo pasó a contruirse con bases más sólidas gracias a la academia, pues gran parte de los caciques del periodismo en la capital tolimense eran totalmente empíricos, algunos muy buenos y respetados, otros más del montón con aquellas formas de periodismo de las que uno no quisiera aprender.
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