Después de leer el relato de una niña de doce años que estuvo por doce días en las famosas fiestas del Bronx en Bogotá- publicado en el diario El Tiempo-, solo queda una sensación de derrota, tal vez de dolor. El sentimiento asalta porque es ver una derrota de un aviso anunciado desde hace varios años. A lo que me refiero es que desde hace mucho tiempo, se intuía que de tanta novela de narcotráfico, videos musicales que hablan de sexo y drogas, del descuido de los padres sobre sus hijos al dejarlos a la deriva en los momentos que más acompañamiento necesitaban, terminó generando en los niños, y hoy jóvenes, un afán por querer explorar la vida saltándose muchas etapas que ésta trae.
Y no se trata de ser moralista, sino de generar preguntas: ¿Se fracasó en la escuela? O, ¿el tiempo dio la razón al demostrar que esos padres tan jóvenes no iban a ser un ejemplo para sus hijos? ¿Fallo la sociedad, el gobierno o todos al no percatarse y atender las solicitudes de los jóvenes cuando se enfrentaban a su entorno, a ese entorno tan oscuro y vacío?
Lo que sucede en Bogotá y en específico en el Bronx es de no creer, los jóvenes van a fiestas donde están llenas de drogas, alcohol y sexo. Muchos de los que allí entran no vuelve a salir, teniendo en cuenta que muchos de ellos no llegan a los 16 años, ni siquiera han superado la clase de química ni la de ciencias que habla del proceso de la reproducción, los colegiales andan buscando cosas que los llene, andan imitando modas, a sus artistas favoritos, a sus malos amigos.
Es por esa razón que nace la pregunta, ese cuestionamiento anterior tiene toda la validez, porque no sabemos en dónde está el problema, ya no podemos culpar al ICBF, porque la verdad estos jóvenes son de familias “bien” estructuradas, con valores fuertes, con una economía sólida. En su momento y como quiero hacerlo aquí, culpo a la moda, culpo a la música degenerativa, a las figuras públicas que aún no comprenden que sus actos pueden generar en los otros actitudes negativas o positivas, o que lo diga el youtuber que dijo en un video que tenía cáncer y un montón de adolescentes, se cortaron el cabello, dejaron sus cabezas sin pelo para mostrar su apoyo a un sujeto que, le tocó salir de nuevo y decir que era una broma, un comentario irresponsable.
Lo que está sucediendo en Bogotá es un asunto serio que las autoridades deben atender, que deben intervenir rápidamente antes que la información se filtre, como sucedió en días pasados, que no se pudo intervenir aquel lugar tenebroso y desolado de Bogotá porque alguien o algunos, dieron aviso.
Esto quiere decir, que desde los altos puestos del gobierno, de la alcaldía, se está manejando esta degeneración humana. Aunque mi análisis puede ser obvio, no deja de sorprender los alcances del poder, de la ambición de ese grupo selecto que gobierna todo a punta de drogas y dinero.
Volviendo a la historia de la niña que estuvo doce días en el Bronx, contó que es un mundo de zombis, de personas que dentro de sí, saben que están en el peor de los mundos posibles, pero prefieren quedarse, y ahí, seguir viviendo y consumiendo. Su amiga, aquella que la llevó al terrible mundo, prefirió quedarse, no quiso salir. Ahora que experimentó aquel bajo mundo y con su edad, que ya no es la de la inocencia, sino la de la voz de la experiencia en rumbas y drogas, dice que no volvería aquel lugar, que fue tan terrible, que no lo quiere volver a vivir. Y yo lanzo otra pregunta: ¿cuántos niños o jóvenes pueden llegar a esta conclusión? Creería que pocos, mejor hacer otra pregunta y decir: ¿podemos hacer algo para cambiarlo? Y siendo optimistas creo que sí.
En lugar de hacer resistencias cívicas tontas, porque no hacemos una resistencia que valga la pena por una juventud sana y fuera de drogas o por lo menos, una niñez y juventud guiada, corregida con responsabilidad, como debe ser, asumiendo el papel de padres, educadores y de sociedad consciente de la formación de las futuras generaciones.