Queridos ciudadanos:
Tal como le dolió a Uribe no saber quién era Santos y como le duele al país no saber quién es Uribe, me duele que los capitalinos aún no sepan quién soy yo. Por eso trataré de ser honesto.
Sé que no es fácil aceptarlo, pero en mi calidad de Alcalde Mayor de Bogotá D.C, admito que no soy ese genio urbanista al que le dieron su voto de confianza. La razón es una sola: no tengo cómo demostrar mis estudios de doctorado. Por favor permítanme explicarlo. No sean tan severos conmigo. “Cañar también es de humanos.”
En realidad tengo dos títulos de doctorado en modalidad virtual, bajo el modelo de educación abierta y a distancia. Uno es de la Universidad San Martín y el otro del Garage Institute en Estados Unidos. La primera institución fue cerrada por el Ministerio de Educación Nacional y sus programas académicos no tienen reconocimiento ante el ICFES y la segunda… de la segunda prefiero no hablar. Sólo diré que, cuando fui a recoger mi diploma y mis actas de grado, sólo encontré un letrero que decía: “We moved around the corner” (Nos trasladamos a la vuelta), y fui a la vuelta pero jamás los encontré.
Con todo y eso, en mi currículum insisto en que soy doctor en Administración Pública porque la educación es lo único que nadie te puede quitar en la vida y mis estudios de doctorados son reales. Tan reales como el programa de basuras cero de Petro, tan reales como el metro de Bogotá y tan reales como el cheque que lo financia.
Realicé algunos de mis estudios superiores en París, Francia. Como todos saben, allí está el SENA y allá estudié. Ahora bien, todo este escándalo se da porque durante mi aspiración a la Alcaldía de Bogotá siempre me presenté como un candidato técnico, técnico profesional para ser más exacto.
También incluí estudios de doctorado en mi hoja de vida para obedecer a un clamor nacional. Desde la década de los 80 (cuando empezó mi vida pública), he tenido que soportar que me llamen doctor en cada rincón de este país. En entrevistas con medios de comunicación, durante eventos sociales, cuando me invitan a las universidades y, frecuentemente, cuando voy por la calle, escoltado, como cualquier peatón. Lo bueno es que uno se va acostumbrando y cuando son los mismos ciudadanos quienes con su trato te envisten de esa dignidad y te hacen sentir como tal, es casi imposible negarse a la voluntad del pueblo.
Es un asunto de cortesías, la misma que obliga a Julito a llamar Presidente al Senador Álvaro Uribe y la misma cortesía que impulsa al ex presidente Uribe a tratar de doctor a Julito. Es imposible negarse. Así como el doctor Uribe no pudo negarse a ser reconocido como El Gran Colombiano y de la misma manera que ni Mauricio Cárdenas ni Oscar Iván Zuluaga, en su momento, rechazaron el Premio a Mejor Ministro de Hacienda de América Latina.
Pero aceptar que me llamen doctor e incluir tales estudios superiores en mi hoja de vida, me ha traído muchas complicaciones. Sobre todo en época electoral cuando buscaba un partido que avalara mi candidatura a la Alcaldía de Bogotá.
Primero me acerqué a la gente del Polo, pero me negaron su respaldo al ver que mi hoja de vida incluía estudios de doctorado. Me dijeron que tradicionalmente los candidatos de izquierda no tienen dinero para vestirse bien y que sería muy difícil justificar ante el electorado un aspirante bien vestido y con los fondos suficientes para hacer un doctorado, que eso se prestaba para suspicacias y que fue precisamente la pinta lo que delató a Samuel Moreno.
Después me acerqué al Centro Democrático y me rechazaron porque según ellos estaba sobre calificado. Me explicaron que dada su “política de rebaño” no buscaban ni técnicos ni intelectuales ni académicos; me enseñaron algunos trinos de María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y el mismo Francisco Santos y me explicaron que, por lo menos en teoría, mis estudios de doctorado me ubicaban en el grupo de la gente pensante.
La tercera es la vencida, me dije, y busqué el aval de Cambio Radical. No fue fácil convencer al Partido, pues los procesos académicos no les interesaban, preferían procesos judiciales y yo no tenía cómo acreditar investigaciones en mi contra. Aun así, con algunas ayuditas, logré ser el candidato oficial y ganamos la alcaldía.
Ahora que todo se ha dicho, en un ejercicio de transparencia, pensando en la tranquilidad de mis electores y la opinión pública en general, retiraré los estudios de doctorado de mi hoja de vida y en su lugar agregaré 100 días de experiencia profesional como Asesor Inmobiliario en zonas de reserva natural. Dicha experiencia si puede certificarse y al país le consta.
Así ratifico mi compromiso con los ciudadanos, pues me duele mucho que los capitalinos tengan alguna reserva y juro por el alma de VanDerHamen, patrón de las plusvalías, que voy recuperar su confianza, así como mis amigos y yo recuperamos Bogotá.